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lunes, 19 de noviembre de 2012

Despedida con Neruda

Desperté a las 10:37 am. Abrí los ojos y sostuve la mirada en el techo de mi habitación en dónde tenía pegadas pequeñas notas que él siempre me dejaba desde hace dos meses. Me quedé con la silueta fría y desinteresada hasta que la luz del sol se volcó molesta y me vi en la obligación de levantarme. En la ducha comencé a planear mi día, ir tal vez a visitar a mis familiares o ir a una biblioteca; ir quizás al cine o simplemente quedarme en casa.
El olor a café estaba impregnado en toda la cocina y el ánimo para lavar la loza acumulada, me faltaba. Así que salí. Salpiqué a las calles de mi ciudad tratando de encontrar travesuras que me abrumaran. Pero no encontraba nada. Creo que caminé 20 cuadras sin encontrar lo que buscaba. Fue entonces cuando entré a un ciber, busque un poema de Neruda e imprimí 50 hojas de él. Y nuevamente comencé a caminar hasta la plaza 23 de marzo, cerca de su hogar. Me dispuse despedirme. Dejarle unas cuantas notas y todas con el mismo mensaje. Me dispuse vengarme así cómo el se vengaba de mí cada mañana en que después de una noche imparable de hacer el amor, yo me quedaba en la cama con la sensación de vacío y soledad. Llené de notas con la despedida de Neruda toda la cuadra por la que él suele transitar para llegar al paradero.



Llegué a casa las 19:45 pm. tenía 4 mensajes en mi contestadora. El primer mensaje decía que era una inmadura e infantil. El segundo me decía que Neruda trató de decir en su poema, otra cosa muy diferente a la interpretación que le di. En el tercer mensaje mencionó que le devolviera sus libros y su cámara fotográfica. En el cuarto hubo un silencio de 3 minutos... posterior a eso me dijo que a pesar de mis torpezas y melodrama, aún me quería.

domingo, 12 de junio de 2011

Allí vi mi soledad.

No sé cómo fue pero me vi en el centro de Baquedano y Ossa. allí en donde todos los autos con sus bocinas te insisten en que cruces, en donde los garabatos abundan y eres el ser más odiado del centro de Antofagasta.
La recuerdo a ella, me recuerdo a mi con mi celular, recuerdo su voz y me hablaba de unos regalos que tenía para mi, algo de unas zanahorias que creo que es para mi ceguera nocturna, mencionó la tristeza de su madre y pidió perdón. Entonces cuando pidió perdón, la vi en la otra esquina. A partir de ahí ya no recuerdo más.
Los sonidos de las bocinas no las sentía y para cuando las personas comenzaron a bajar de sus respectivos automóviles yo ya estaba desplomado en el suelo.

Al despertar la vi a ella en un avión, camino a no sé donde, a mi resistiendo las lágrimas, a su madre que me daba agua para incorporarme, sumergido en la culpa por no prestarle mayor atención a ella y a mis sentimientos. Todo un tumulto de emociones y recuerdos que cambiaban mi vida paralizándome en su pequeño cuarto contenido de su ausencia.
Aunque las personas siempre me decían estúpido, por primera vez en la vida yo me estaba dando cuenta que esas palabras eran demasiado amables para definir lo que realmente soy.

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