viernes, 10 de julio de 2009

Cuando el tiempo te come.

Las horas pasaban con la luz cenital en un cuarto oscuro, olvidado, colapsado por la rutina.
Yo permanecía recostada en mi cama, buscando mil maneras para saciar mi aburrimiento; como es de costumbre, acudí a la pequeña librería de mi cuarto con ilustraciones fantásticas, cuentos para niños, hasta las obras literarias apreciadas en mi pequeña colección, me faltaban algunas claramente...
Dos de ellos me reclamaban por haberlos olvidado y recordar su existencia de ves en cuando tan sólo para quitarles el polvo, mis favoritos estaban en huelga por prestarlos constantemente, ya ni en casa pasaban los había arrojado a brazos y miradas ajenas, muchos de ellos aún no aparecen y sus compañeros los esperan para tapar el vacío en la estantería.
Los había leído todos, más de una vez, los había disfrutado a todos y también había desmantelado a muchos con una critica poco amable; claramente una pequeña colección no es solo para leerlos y guardarlos, también hay que analizarlos y compararlos.


Últimamente a falta de dinero y de personas cercanas que quisieran compartir algún libro conmigo, me obligaban a acudir a la biblioteca municipal, en donde más libros esperaban por lectores expertos, novatos, o simplemente lectores como yo...
Todos me miraban, algunos con esperanza de ser llevados, otros simplemente se conformaban con ser ojeados y muchos se sentían felices de ser visitados, fue en esas miradas en que vi lo pobre de la biblioteca municipal, la están olvidando, como también a ellos, a los libros que odian la tecnología, que gritan por un poco de espacio y que anhelan que le devuelvan su tiempo, su historia, su era...

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